Sacarnos una foto delante de la Sagrada Familia, en la playa o en la montaña. Todos tenemos álbumes de vacaciones en casa, recuerdos de un viaje, instantáneas que retraen nuestros momentos más felices. Recuerdos que antes se quedaban guardados en nuestras esfera más íntima y que, al día de hoy, dejan de ser estrictamente personales para volverse colectivos, compartidos o, en algunos casos, llegar a ser virales. Dondequiera que estemos, podemos mostrar a todos lo que estamos viviendo. En este torbellino de imágenes que abarrotan las redes sociales todo se hace “instagramable”.

Las ciudades toman otra dimensión.  Cada rincón nos ofrece algo que merece la pena ser fotografiado y compartido: monumentos, obras de arte, arquitectura más o menos interesante, lugares excéntricos, coloridos murales.

Las tiendas, los centros comerciales, los espacios urbanos son la nueva atracción para turistas y ciudadanos. Así como los rincones más inesperados: los detalles diminutos de los interiores, el mobiliario o los materiales utilizados en la construcción: hierro, madera…Sin hablar de los objetos que se prestan particularmente a este juego, las superficies curvas, las fuentes, las esculturas fuera de escala.

Es una evolución continua donde el sector de la construcción y de la arquitectura se arrodillan delante del poder de los selfies y juegan con su propia dimensión escénica, sacrificando, en algunos casos, la función y la belleza.

Probablemente un día estaremos saturados de todas estas imágenes y volveremos a querer tomarnos un café de forma anónima en una cafetería, de esas de toda la vida, donde nada es instagramable. Mientras tanto habrá que adaptarse a los tiempos, robar al marketing la expresión photo opportunity, y aprovechar para buscar en las nuevas tendencias inspiración para nuestros futuros  trabajos.

 

Fuentes: El periodico

Imagen: Puzzlefactory