Es posible que alguna vez te hayas preguntado por la cantidad de tiempo que dedicas al trabajo o la proporción de tu vida adulta que transcurre en un contexto laboral.
Lo cierto es que vas a consumir 12 años completos de tu vida con un horario, un uniforme, una bonita corbata que cayó en reyes, o el último vestido de Zara para tu working look.
Los estudios advierten que en España puntuamos con un 6,9 nuestra satisfacción laboral, es decir, ni un notable.
¿Qué podemos hacer entonces para calificar con mejor nota esos 12 años de cafés y tuppers?
En un trabajo existen varios factores, algunos que vienen de serie y otros en los que podemos influir bastante más. Todos ellos condicionan una motivación general de cara a nuestro puesto de trabajo.
Podemos tardar una hora en llegar, tener una relación amor-odio con nuestro ordenador, entrecerrar los ojos para entender nuestra nómina, o incluso replantearnos si aquello que vemos en verano son pingüinos en nuestra oficina. Y, salvo que tuvieras el control del termostato, no podrías modificar esos factores.
¿Y si intentamos dar un giro a aquellos que están, en mayor medida, bajo nuestro control?
Uno de ellos, el cual determina en gran medida nuestro bienestar laboral y se transfiere a nuestra salud general, es el ambiente en el puesto de trabajo. Este es uno de los elementos más importantes para el buen funcionamiento presente y futuro de una organización.
Puede parecer que nos viene impuesto, determinado por unos compañeros, una presión laboral, espacios de trabajo y recursos materiales que podemos utilizar para ir más allá y, por nuestra parte, proponer y mejorar ese clima laboral para conseguir un tiempo (recuerda 12 años) de calidad.
Dale Carnegie decía que «El nombre de una persona es para ella el sonido más dulce e importante que pueda escuchar». Intenta saludar a tus compañeros para seguir con el ejemplo, ve más lejos que el diplomático buenos días y sonríe. Siempre recordamos aquel compañero que saludaba sonriendo y deseabas aquello que desayunaba.
Pide ayuda, aunque a veces pienses que no la necesitas, y podrás devolver el favor. A las personas les gusta sentirse útiles y todos vamos en el mismo barco.
¿Y si compartes un café o un rato en la impresora con aquella persona con la que nunca coincides?
Seguramente existan muchas más acciones que puedas propiciar, incluso las más sencillas y aparentemente superfluas, pero que sumadas generan un óptimo feedback en tu entorno.
Recuerda que el optimismo y las buenas acciones pueden ser contagiosas y 12 años (24/7) no es poco tiempo, precisamente.
FUENTE: Sonia Suárez Fontecha, Arquitecto Técnico en Iycsa
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